PRADOMEDIA
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El joven Van Dyck
En 1609 Van Dyck inició su aprendizaje con Hendrick van Balen, uno de los pintores más destacados de Amberes. Del taller de Van Balen pasó probablemente al de Rubens, aunque no sabemos exactamente en qué fecha.
Desde aproximadamente 1613 hasta 1618, año en el que se inscribió como maestro en el gremio de pintores de la ciudad, Van Dyck cultivó estilos distintos. En los que son probablemente sus primeros cuadros le vemos un tanto vacilante en el tratamiento de las anatomías, pese a lo cual demuestra poseer ya una fuerte personalidad y una tendencia a experimentar –por ejemplo en su gusto por los tipos humanos rústicos y por una manera de pintar que hace visible la textura, aspectos ambos que no eran habituales en el Amberes de la época.
Obras como el Sileno ebrio y La Lamentación están más logradas que otras que se presentan en el inicio de esta exposición. Van Dyck experimenta en ellas con unas formas de expresión que remiten a la pintura veneciana y a la de la pintura flamenca del siglo XV.
En 1618, el año en que se estableció como maestro independiente, Van Dyck pintó cuatro retratos, que son de sus pocas obras juveniles –solamente siete– que están fechadas. Es probable que en ese mismo año realizara también su primer encargo público, el Cristo con la cruz a cuestas que pintó para la iglesia de los Dominicos de Amberes.
Desde aproximadamente 1617 hasta 1621 Van Dyck simultaneó su colaboración en el taller de Rubens con su trabajo independiente. En los cuadros que pintó en su propio taller, la influencia del maestro se combina con un lenguaje muy personal, visible en el gusto por las texturas y en unos tipos físicos toscos y nada idealizados. En la exposición pueden verse varios cuadros en los que se aprecia esa original combinación de elementos propios y ajenos. Son obras de una energía y una madurez sorprendentes para un artista que contaba solo entre 18 y 21 años.
Van Dyck colaboró con Rubens desde al menos 1617 hasta 1621. En su taller, formaba parte de un equipo de pintores que ayudaba al maestro pintando algunos elementos de sus cuadros o realizando versiones que luego él retocaba en mayor o menor medida. Con el tiempo Van Dyck acabó por destacar sobre los demás ayudantes. En marzo de 1621 Rubens firmó un contrato en el que se estipulaba que diversas obras debían ser realizadas por él mismo y por ‘Van Dyck junto con otros discípulos’. A ninguno de esos otros discípulos se le menciona por su nombre.
Rubens preparó de tal modo a Van Dyck que llegó un momento en el que el alumno era capaz de imitar a la perfección el estilo del maestro. Realizó dibujos que Rubens utilizaba como modelos en sus cuadros y, a la inversa, otros basados en ellos para que pudieran ser grabados. La buena relación que le unía con su mentor se refleja en que éste le permitiera emplear dibujos y modelos suyos, como hizo por ejemplo en la Coronación de espinas.
En toda la producción juvenil de Van Dyck se aprecia una experimentación constante, que se manifiesta en sus frecuentes cambios de estilo. Es probable que, al mismo tiempo que trabajaba para Rubens y elaboraba una versión personal del estilo del maestro, fuera desarrollando también una manera de pintar más propia. Así lo indican obras que contienen una serie de figuras de gran originalidad, y en las que le preocupa menos la impresión de relieve que la fluidez de la pincelada y la estilización de las formas. Estas características están presentes en cuadros como San Sebastián atado para el martirio y El Prendimiento, que probablemente están entre los últimos que pintó en Amberes antes de partir rumbo a Italia en el otoño de 1621.
Se incluyen en esta exposición dos variaciones del cuadro San Jerónimo con el Ángel. La realización de varias versiones de un mismo cuadro era habitual desde el Renacimiento, pero Van Dyck cultivó con especial frecuencia esa costumbre, que le permitía incrementar sus beneficios.
Algunos de los retratos de Van Dyck pueden fecharse poco antes de partir de Amberes, en octubre de 1621, para residir siete años en Italia. Lo sabemos porque algunos de sus modelos son personas a las que conoció durante los meses que pasó en Inglaterra (desde octubre de 1620 hasta marzo de 1621), antes de viajar a Italia. Asimismo, según varias fuentes, pintó un retrato de la esposa de Rubens (nº. 90) que le regaló a su maestro poco antes de marchar a Italia. En estos cuadros se aprecia un estilo muy personal, definido por la fluidez y estilización de las formas y la elegancia de las posturas. Esas características se irían afianzando en el arte de Van Dyck, hasta convertirle en uno de los retratistas más influyentes de la historia del arte europeo. Llama la atención que un artista cuyo estilo se había acercado tanto a Rubens llegase a pintar de forma tan personal. Ello es consecuencia de su afán por encontrar un estilo original y forjarse una carrera independiente.
Desde aproximadamente 1613 hasta 1618, año en el que se inscribió como maestro en el gremio de pintores de la ciudad, Van Dyck cultivó estilos distintos. En los que son probablemente sus primeros cuadros le vemos un tanto vacilante en el tratamiento de las anatomías, pese a lo cual demuestra poseer ya una fuerte personalidad y una tendencia a experimentar –por ejemplo en su gusto por los tipos humanos rústicos y por una manera de pintar que hace visible la textura, aspectos ambos que no eran habituales en el Amberes de la época.
Obras como el Sileno ebrio y La Lamentación están más logradas que otras que se presentan en el inicio de esta exposición. Van Dyck experimenta en ellas con unas formas de expresión que remiten a la pintura veneciana y a la de la pintura flamenca del siglo XV.
En 1618, el año en que se estableció como maestro independiente, Van Dyck pintó cuatro retratos, que son de sus pocas obras juveniles –solamente siete– que están fechadas. Es probable que en ese mismo año realizara también su primer encargo público, el Cristo con la cruz a cuestas que pintó para la iglesia de los Dominicos de Amberes.
Desde aproximadamente 1617 hasta 1621 Van Dyck simultaneó su colaboración en el taller de Rubens con su trabajo independiente. En los cuadros que pintó en su propio taller, la influencia del maestro se combina con un lenguaje muy personal, visible en el gusto por las texturas y en unos tipos físicos toscos y nada idealizados. En la exposición pueden verse varios cuadros en los que se aprecia esa original combinación de elementos propios y ajenos. Son obras de una energía y una madurez sorprendentes para un artista que contaba solo entre 18 y 21 años.
Van Dyck colaboró con Rubens desde al menos 1617 hasta 1621. En su taller, formaba parte de un equipo de pintores que ayudaba al maestro pintando algunos elementos de sus cuadros o realizando versiones que luego él retocaba en mayor o menor medida. Con el tiempo Van Dyck acabó por destacar sobre los demás ayudantes. En marzo de 1621 Rubens firmó un contrato en el que se estipulaba que diversas obras debían ser realizadas por él mismo y por ‘Van Dyck junto con otros discípulos’. A ninguno de esos otros discípulos se le menciona por su nombre.
Rubens preparó de tal modo a Van Dyck que llegó un momento en el que el alumno era capaz de imitar a la perfección el estilo del maestro. Realizó dibujos que Rubens utilizaba como modelos en sus cuadros y, a la inversa, otros basados en ellos para que pudieran ser grabados. La buena relación que le unía con su mentor se refleja en que éste le permitiera emplear dibujos y modelos suyos, como hizo por ejemplo en la Coronación de espinas.
En toda la producción juvenil de Van Dyck se aprecia una experimentación constante, que se manifiesta en sus frecuentes cambios de estilo. Es probable que, al mismo tiempo que trabajaba para Rubens y elaboraba una versión personal del estilo del maestro, fuera desarrollando también una manera de pintar más propia. Así lo indican obras que contienen una serie de figuras de gran originalidad, y en las que le preocupa menos la impresión de relieve que la fluidez de la pincelada y la estilización de las formas. Estas características están presentes en cuadros como San Sebastián atado para el martirio y El Prendimiento, que probablemente están entre los últimos que pintó en Amberes antes de partir rumbo a Italia en el otoño de 1621.
Se incluyen en esta exposición dos variaciones del cuadro San Jerónimo con el Ángel. La realización de varias versiones de un mismo cuadro era habitual desde el Renacimiento, pero Van Dyck cultivó con especial frecuencia esa costumbre, que le permitía incrementar sus beneficios.
Algunos de los retratos de Van Dyck pueden fecharse poco antes de partir de Amberes, en octubre de 1621, para residir siete años en Italia. Lo sabemos porque algunos de sus modelos son personas a las que conoció durante los meses que pasó en Inglaterra (desde octubre de 1620 hasta marzo de 1621), antes de viajar a Italia. Asimismo, según varias fuentes, pintó un retrato de la esposa de Rubens (nº. 90) que le regaló a su maestro poco antes de marchar a Italia. En estos cuadros se aprecia un estilo muy personal, definido por la fluidez y estilización de las formas y la elegancia de las posturas. Esas características se irían afianzando en el arte de Van Dyck, hasta convertirle en uno de los retratistas más influyentes de la historia del arte europeo. Llama la atención que un artista cuyo estilo se había acercado tanto a Rubens llegase a pintar de forma tan personal. Ello es consecuencia de su afán por encontrar un estilo original y forjarse una carrera independiente.
http://www.museodelprado.es/uploads/pics/1._Autorretrato.jpg
20 de noviembre de 2012 - 3 de marzo de 2013
Comisarios: Alejandro Vergara, Jefe de Conservación de Pintura
Flamenca y Escuelas del Norte (hasta 1700) del Museo Nacional del Prado,
y Friso Lammertse, Conservador del Boijmans van Beuningen Museum,
Rotterdam, Países Bajos
Video sobre la exposición El joven Van Dyck comentada por su comisario, Alejandro Vergara, Jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte.
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